lunes, 29 de junio de 2009

Películas sugeridas

1.- Kusturica Emir: UNDERGROUD -TIEMPO DE GITANOS-GATO NEGRO, GATO BLANCO
2.- Bertolucci Bernardo: NOVECENTO 1 y 2 - Los soñadores - Triunfo del amor -El conformista - Ultimo tango en Paris - La luna
3.- Fellini Federico: AMARCORD - FELLINI 8 Y 1/2 -LA STRADA -
4.- Bergman Ingmar: Fanny y Alexander - El huevo de la serpiente-Gritos y susurros - El silencio-Secretos de un matrimonio-Saraband-El septimo sello
5.- Allen Woody: Maridos y esposas - Alice - Mannhatan -Vicky Cristina Barcelona-Match Point
6.- Buñuel Luis: Viridiana - El discreto encanto de la burguesia-Bella de día-Ese oscuro objeto del deseo - Tristana - Diario de una camarera -La via lactea-Los olvidados-El Fantasma de la libertad
7.- Almodovar Pedro : Los abrazos rotos -Que he hecho yo para merecer esto? - Kika -La mala educacion
8.- Caetano Adrian: Pizza, birra y faso-Cronica de una fuga-Un oso rojo- Bolivia
9.- Solanas Fernando: El exilio de Gardel - Sur - La hora de los hornos - Proxima estación-Los hijos de Fierro - Memoria del saqueo - La nube
10.- Ripstein Arturo: La mujer del puerto - El evangelio de las maravillas -La reina de la noche
11.- Ken Loach: Pan y rosas- La canción de Carla -Tierra y libertad
12.- Ettore Scola: Feos, sucios y malos - Mario, María y Mario - La cena
13.- Lars von Trier:Europa - Los idiotas - Manderlay
14.- Laurent Cantet: Recursos Humanos-El empleo del tiempo - Entre muros
15.- Claude Chabrol: La ceremonia -La flor del mal - Gracias por el chocolate-Madame Bovary
16.- Roman Polansky: La muerte y la doncella-Cul de Sac- El inquilino-Tess
17.- Alfred Hitchcock: Psicosis- Los pájaros- Vértigo- Frenesi -Ventana indiscreta - Quien mato a Harry
18.- Alex de la Iglesia: El día de la bestia-La comunidad-Crimen Ferpecto-Muertos de risa
19.- Olivera Héctor: La patagonia rebelde-La noche de los lapices-No habra mas penas ni olvidos
20.- Werner Herzog: Aguirre, la cólera de dios- Fitzcarraldo
21.- Wajda Anders: El hombre de marmol-Dantón-Los poseidos
22.- Babenco Hector-Pixote-El beso de la mujer araña-Carandiru
23.- Salles Walter: Diarios de motocicletas
24.- Jan Sverák: Kolya
25.- Zhang Yimou:Ju dou-Qiu Ju Una mujer china-.Sorgo Rojo-La joya de Shangai-
26.- Malle Louis: Ascensor para el cadalso

PRESENTACION LIBRO NUEVA LITERATURA DE HABLA HISPANA 2009

BS.AS:COMPLEJO LA PLAZA.SALA PABLO NERUDA

LIBRO PRESENTADO POR EDITORIAL NUEVO SER.
CUENTOS:1.- MILAGROS, 2.-PECADORAS. AMBOS TEXTOS EN PIE DE PÁGINA

domingo, 28 de junio de 2009

CAMPAÑA 2009-SI EN FRENTE PROGRESISTA

Sauce Viejo con Mónica Gonzalez
Recreo con Claudio Rolón y Alicia Gutiérrez
Funes con Mario Morello y Alicia Gutiérrez
Santa Fe con Ruben Giustiniani
Santa Fe con José Corral
Rosario con Dip.Nac. Carlos Raimundi

jueves, 4 de junio de 2009

Corral-Mieres-Belbey-Gutiérrez-Nuevol Local SI Yapeyu

Cuentos: Pecadoras- Milagros-Edit.Nuevo Ser-Bs.As-2009

OSCAR ALBERTO BELBEY-Libro Editorial Nuevo Ser- Bs.As.-2009

MILAGROS

María de los Milagros Benavidez caminaba lentamente sobre la acera sur de la plaza central. Pollera larga color azul oscuro, blusa gris clara manga corta, zapatos negros acordonados. Cabellera rubia entrecana, en el cuello un colgante con la imagen de su devota Virgen de San Nicolás.
Su atención estaba fijada en el nuevo campanario que ostentaba la iglesia, la más importante de la ciudad cabecera departamental, distante a 329 kilómetros de la capital. El estallido de las campanadas rompía con la monotonía del ambiente, el paisaje se modificaba sustancialmente con el sorpresivo vuelo de decenas de palomas que aprovechaban para lanzarse sobre la fuente de la plaza, para mitigar el calor sofocante.
La mujer aparentaba unos sesenta años, aunque tenía diez menos. Tal vez, las tareas rurales de su infancia, el fuerte sol del norte provincial, la habrían avejentado lo suficiente como para mostrar un rostro plagado de arrugas, pero esa vejez prematura también golpeaba sus párpados, sus ojos. Su mirada trasmitía una tristeza desgarradora.
A sus veinte años supo ser una joven bonita, aunque su vida social estuvo demasiado condicionada por sus convicciones religiosas. Sus padres, practicantes de misa diaria en una aldea rural cercana, apegados a normas profundamente dogmáticas. Su nombre derivó del agradecimiento a dios por el nacimiento de su única hija, para ellos fue un “milagro del todopoderoso creador” y así lo tradujeron en la filiación civil de la niña.
Sus estudios primarios, cursados en el “Señor Misericordioso”, una escuela rural cercana a su pequeño predio familiar, cultivado con cítricos. El aroma de las naranjas y las mandarinas, eran un bello recuerdo que su olfato dejaba deslizar en cada visita a una verdulería de la ciudad.
Luego fue enviada a la ciudad más cercana para continuar sus estudios secundarios en el Colegio Inmaculada Concepción, dado que se había destacado por su rápida incorporación del conocimiento y su iniciativa permanente, lo que la convirtió en la escolta de bandera de su curso.
No era propensa a las salidas colectivas y en sus momentos libres, se quedaba en su pensión, ya que era una ávida lectora de la biblia. Sus principios ortodoxos y su falta de flexibilidad para el diálogo abierto, para seguir las bromas de sus compañeros, la fueron aislando del conjunto. A pesar de sus buenas notas, se fue autoexcluyendo del resto de la comunidad estudiantil. Era introvertida, poco comunicativa, no participaba de las fiestas, no aceptaba invitaciones a salidas nocturnas; supo tener algún compañero de curso interesado en ella, pero su exagerada formalidad, su melancolía, su actitud huraña, su misantropía, comenzó a ser punto de ironías y anécdotas humorísticas de sus camaradas de estudio. Su obsesión por evitar relacionarse con varones la llevó a sufrir calificativos desleales e injuriosos. Sus pocas amigas dejaron de frecuentarla, solo su firme convicción religiosa, su oración permanente, le permitió seguir estudiando y culminar con el bachillerato y la especialización docente.
Rezaba todos los días al acostarse; agradecía cada comida; sostenía que únicamente se podían tener relaciones sexuales al arribar al matrimonio, que hasta las caricias y besos eran pecados terrenales.

Al pararse frente a la iglesia atinó a sentarse en el banco más cercano para descansar. Su mente había corrido muchos años hacia atrás y necesitó ese respiro para poder ordenar sus pensamientos.
Con seño fruncido recordaba cuando, ya docente del colegio secundario donde cursara sus estudios, algunos la apodaron “la monja”. Se enteró cuando, un día al llegar a dar clase de Religión, encontró escrito en un pizarrón ese adjetivo con mucha sorna: “la monja hace 38 años que está esperando al espíritu santo” decía el cartel escrito en tiza en el pizarrón del aula. Se sintió agredida, ella había cumplido esa edad hacía unos pocos días, pero ante ese hecho solo pudo tomar el borrador y eliminar la frase sin hacer comentarios, ante el murmullo y las risas de la mayoría. Allí también vino una década atrás a su mente, cuando se enteró que una de sus alumnas estaba embarazada y que no quería tener al bebé porque no estaba en condiciones de ser madre tan joven. Ella pretendió hacerla cambiar de opinión a la joven y llegó a su hogar para hablar con sus padres. Estos le dijeron “que respetara la decisión de la chica de hacerse el aborto, porque estaba en tiempo, dado que solo era una unión de espermatozoide y ovulo de seis semanas”. Ella planteó “que era un crimen”, según la religión católica, el culto del colegio donde concurría la adolescente. Llevó el tema a las autoridades del establecimiento. Fue respaldada totalmente y se expulsó a la estudiante. Pero pasó a ser la más odiada de las profesoras y más de medio curso se cambió de colegio en repudio a su actitud. Esa vez tuvo que enfrentar con su Biblia en la mano al periodismo que, atraído por la noticia buscaba su opinión para justificar la expulsión de la joven. Se mantuvo con bajo perfil, pero su rostro se hizo conocido en la ciudad, se la vio en los noticieros, su foto en los diarios. Tuvo muchas adhesiones de fieles a su religión, pero también muchos repudios y fue el blanco móvil de la juventud; hasta le escribieron su casa de frente blanco, con aerosol rojo, con leyendas donde decían “monja botona” y “monja volvete al convento”.
A partir de ese episodio, los alumnos en su gran mayoría dejaron de saludarla. Varias de sus colegas la evitaban y las menos le daban su aliento. Ella no entendía cómo en un colegio religioso podía pasarle esa situación, pero sostenía la justicia de su denuncia contra la alumna expulsada.
En esa época tenía un amigo, Jesús, compañero docente, que compartió la decisión de hacer respetar sus principios religiosos; también solterón como ella, la invitó al cine a ver películas románticas, a almorzar o caminar tomados de la mano. Se había ilusionado con formar una pareja. Ya no había tiempo para hijos, pero al menos anhelaba compartir esa etapa de su vida. El muchacho era de carácter dócil, vivía con su madre, que dominaba todo su accionar en forma autoritaria. En principio debían ocultar sus encuentros, ya que a la señora no le gustaba la amiga que su hijo había elegido. Luego la anciana, devota de San Cayetano, resultó ser íntima amiga de la madre de la niña expulsada del colegio, y durante un almuerzo en casa de Jesús, la acusó de ser una fundamentalista y egoísta que destruyó la vida de una jovencita. Ese fue el inicio de la debacle sentimental. Los encuentros comenzaron primero a espaciarse y luego a diluir sus esperanzas.
Regresando a sus años de veinteañera, con mucho pesar intentaba olvidar un hecho lamentable en su vida y en su etapa de catequista. En ocasión de la dictadura militar fue detenido y desaparecido el padre Camilo, párroco del barrio Obrero. Según comentarios extraoficiales, revistaba en el movimiento tercermundista. En esa ocasión, vino por unos meses en su reemplazo un curita muy joven, de nombre Adán. Comenzó entre ellos una bella amistad, que fue frustrada cuando un día tomando mate en la sacristía, el padre Adán la abraza y besa ardorosamente. Ella sintió fuego en su interior, nunca había sido besada ni acariciada, nunca había sido sorprendida con tanta pasión. Según su opinión “dios obró mágicamente contra el pecado”, e hizo ingresar a Olga, la señora que limpiaba la iglesia, para descubrirlos en esa situación comprometida. El resultado pudo haber sido que ella y el curita, hacían su autocrítica, blanqueaban la situación, se casaban, tenían hijos y eran felices. Pero las leyes escritas y no escritas de la religión, generaron un desastre. Adán fue enviado a la selva misionera y Maria de los Milagros, aduciendo que había sido engañada por el cura seductor, salvó su trabajo y buen honor, pero no pudiendo evitar el chisme de la población. Debido a este suceso fue trasladada por ocho años a otra ciudad de la provincia en la misma orden religiosa.

Las campanas ya habían dejado de sonar cuando una joven la tomó del brazo diciéndole:
—Señora Milagros, ¿le pasa algo?
—No querida, solo estaba descansando, espérame en la iglesia que ya comienzo mi charla sobre “Educación sexual para católicos”.



















PECADORAS

El sol se escondía tras la ventana del segundo piso del edificio de la obra social de los trabajadores vitivinícolas. La reunión del directorio nacional retomaba el debate sobre la postura del delegado santafesino, para encarar unas charlas de educación sexual y procreación responsable para las trabajadoras de viñas, extensivo para las esposas, concubinas o hijas, incluyendo también a los afiliados masculinos.
Finalizaba el año 1984; no hacía un año se había ganado la democracia, luego de una feroz dictadura militar y de una derrota aplastante en Malvinas; los dirigentes gremiales recién se hacían cargo de los servicios de salud, pero sus orígenes y educación eran muy disímiles para poder consensuar las prioridades.
El planteo mayoritario era convocar a una gran reunión en los centros de salud de Mendoza y San Juan, para brindar mayor conocimiento de los métodos anticonceptivos. Se llamó al médico y potencial disertante de los temas de referencia, para que los miembros del directorio, pero sobre todo los delegados de las zonas de viñas y producción del vino, sean informados sobre esta intención de la obra social.
—Eso es meterse en la vida íntima de las familias -dijo un delegado bajito de cabello crespo.
—Escuchame, vamos a tener quilombo con el cura local, es un tema que mejor no meterse -dijo un flaco alto, jefe de la obra social en la sede Maipú.
—Pero vos no podés permitirle al cura, que además nunca practicó sexo, que te diga qué tenés que hacer en tu casa –dijo el santafesino.
—Vos creés que San Juan es igual a Santa Fe, viejo, allá la gente no se mete con estos temas, y las mujeres respetan su religión -expreso José, un gringo de tez muy colorada y expresión inquieta.
—Bueno -dijo el delegado que hizo la propuesta-, por qué no lo escuchamos al Dr. y luego resolvemos.
El médico, un poco presionado por las manifestaciones de los delegados, comenzó con una voz pausada:
—Muchachos, yo comprendo sus inquietudes, pero estamos a fines del siglo XX y algunas cosas hay que empezar a cambiar en materia de salud.
—Pero doctor, Ud. no sabe lo que es el párroco, va a tildar de pecadoras a las mujeres y es capaz de escracharnos en la misa del domingo. Sería terrible –dijo el delegado de Godoy Cruz.
—Pero los curas respaldaron un genocidio de jóvenes en la dictadura o se olvidan de eso -dijo el santafesino-. Nosotros debemos educar a la gente, que no pueden estar dando premios a las mujeres que tengan más hijos, cuando esos hijos terminan siendo desnutridos y tenemos la más alta tasa de mortalidad infantil en tu provincia. Las adolescentes de 14 o 15 años son madres sin estar preparadas, y las jóvenes tienen hijos que no pueden alimentar, ni criar, ni educar. Tener relaciones sexuales no debe ser sinónimo de tener hijos, o al menos eduquemos para que puedan optar por un método anticonceptivo.
—No estamos discutiendo política, y contra los milicos estamos todos, pero la influencia de la iglesia en los campesinos, no la podemos esconder –dijo un mediero.
—Bueno, para eso somos dirigentes, para estar un paso más adelante de los obreros y explicar lo que por su ignorancia no pueden o no quieren aceptar -expresó el asistente social promotor de los cursos en la obra social.
—Pero Flaco, vos decís eso porque fuiste a la universidad, porque pudiste estudiar, pero estas mujeres no quieren saber nada que modifique su pensamiento, y mucho menos pelearse con el cura, que luego les niega la confesión.
—O no quiere bautizarles los hijos o no los acepta en la escuela de la iglesia -se defendió un catamarqueño.
—Bueno -dijo el médico, retomando el diálogo-. Es necesario que tomen conciencia de que, aún contra la posición religiosa, tenemos que admitir -dijo apelando a su pragmatismo-, que estamos en una profunda crisis económica en la obra social, y que debemos hacer economía en varios rubros. Según estas planillas -que desplegó sobre la gran mesa de reuniones-, los gastos por 9 meses de atención médica a la madre, los estudios preventivos, internación, medicamentos, partos y cesáreas, más las prestaciones médicas que necesita un bebé, neonatología, lactancia, vitaminas y muchos etcéteras más, se llevan una gran parte del presupuesto. Sumen todos esos gastos, y verán que la inversión en evitar una cantidad importante de embarazos (adicionados a la mejoría en la salud mental de la mujer, sin estar abrumada por tantos hijos, pudiendo planificar su vida sin tantas presiones) es mínima y las ventajas son innumerables.
—Está bien doc, pero hay una idiosincrasia de la mujer donde ellas quieren ser madres -manifestó el patriarcal delegado de Godoy Cruz.
—Pero viejo, dejá de ser tan machista -dijo el porteño-. Dejá que resuelvan ellas, bánquense que hagamos una convocatoria y que opinen las mujeres. También creo que en nuestro sanatorio deberíamos permitir el acceso a los abortos en los primeros tres meses de gestación en los casos de violaciones y colaborar con las niñas para que denuncien a sus victimarios para que esas conductas no se repitan. Además, según mi visión, estamos frente a un feto, producto de una violación, una vida futura no querida, más bien repudiada, es la fecundación de un óvulo por parte de un espermatozoide, no es una persona, deberíamos aceptar la gravedad de la situación a que obligamos a esa criatura, a llevar 9 meses el producto de una acción criminal en su contra, priorizando su vida y teniendo una visión científica en lugar de una posición religiosa, de que hay vida desde la concepción.
—Vos te creés muy moderno, pero con la familia y la iglesia católica no se juega, querido, esto último ni siquiera está legislado y mi opinión es que eso es un asesinato. No vinimos a debatir eso sino una simple charla de educación sexual -respondió el nativo de Las Casuarinas.
—Está bien, pero si ustedes se quedan en las cavernas creyendo en espejitos de colores, no cuenten conmigo. En el sanatorio nuestro haremos lo que la víctima o su familia decida, no lo que diga un cura que ni siquiera puede tener hijos, ni cargarlos en su vientre -dijo el porteño.
—Porqué no dejan explicitar un poco más al doctor, muchachos, luego discutimos la posición política -dijo el cordobés con su tonada característica.
El Dr. Suárez, incrédulo por el diálogo mantenido por estos hombres que “parecían salidos de las películas de la inquisición de Ripstein o Buñuel”, al ver más tranquilo el ambiente, retomó la palabra:
—Bien, creo que el costo de los DIU es ínfimo comparado con los beneficios que les representa a las mujeres que ya no quieren tener bebés, luego de haber tenido al menos uno o dos hijos. Pero esa decisión debe ser tomada por ellas. De todos modos, debemos hablar con las mujeres para que junto a sus compañeros o maridos sepan los métodos más favorables para cuidar su salud y su sexualidad. Desde el preservativo, pasando por los espermicidas, diafragmas, píldoras anticonceptivas, o algo que se transforma en definitivo como las ligaduras de trompas o la vasectomía para los hombres. ¿Saben Uds. que es tan arcaica la legislación que las mujeres deben pedir autorización al marido y además llevar testigos para hacerse una ligadura en un hospital?
Nadie se animó a contradecir al médico, que continuó:
—Todos estos métodos tienen carácter preventivo y facilitan la planificación familiar, sobre cuántos hijos quieren o pueden tener, de acuerdo a sus condiciones físicas o económicas- y así siguió enumerando distintas alternativas sobre la forma de prevenir embarazos no deseados y situaciones límites para las mujeres. Incluso mencionó que la legislación penal preveía desde 1921 poder hacer un aborto a mujeres discapacitadas o violadas. Mencionó que en la práctica priva la militancia religiosa, recordando un caso donde los médicos priorizaron un feto de un mes antes que salvar la vida de una madre que falleció de un cáncer controlable, porque si le aplicaban rayos a la madre, inmediatamente abortaba.
El silencio fue notorio, no había argumentos.
—Bien, doctor, le agradecemos su aporte -dijo el secretario general-, ahora déjenos solos para definir si hacemos los cursos -expresó más convencido por la parte económica que por el concepto de independencia de la mujer-. Bueno muchachos, seguimos la discusión.
—Yo quiero recordar que algunas voces defensoras de la posición de la iglesia, días pasados contaron una anécdota sucedida en su pueblo de origen. Me gustaría que la repitieran -aportó el delegado de Chilecito, La Rioja.
—Es verdad, a veces el discurso es una cosa, le tememos al cura del pueblo, pero en los hechos las mujeres que pueden utilizan los DIU, porque es un sistema muy eficiente, y también para que no tengan que sufrir mirando el almanaque, sobre todo aquellas mujeres que ya tienen un par de hijos. En casa, si mi mujer no se hubiera puesto el DIU hoy tendríamos muchos hijos y no los podríamos alimentar.
—Esta bien, contá la historia, pero yo creo que no se puede ir contra lo que Dios decida -dijo el sanrafaelino.
—Viejo, otra vez ese verso, ¿Dios decide entonces quién es pobre y quién puede alimentar a sus hijos? Porque las mujeres profesionales o ricas tienen pocos hijos. ¿Lo decide Dios, la educación o las mujeres? Entonces Dios, si existe o si es justo, debería evitar que algunas mujeres sean sometidas, golpeadas, violadas por sus maridos -se enojó el rosarino.
—Bien, aquí tenemos al representante femenino, jajaja. Rosarino mariconazo, dejá de hablar por las mujeres –se burló el rionegrino.
—Bueno, cuento la anécdota -dice el cafayateño-. Aclaro que soy creyente y mis hijos son bautizados. Resulta que unas mujeres de la Acción Católica nos reprocharon una charla sobre uso de preservativo que intentábamos dar a los jóvenes de la escuela secundaria y decían que con esa consigna estábamos influyendo para que los adolescentes tuvieran relaciones sexuales prematrimoniales. Nosotros seguimos avanzando y llegamos a enseñar educación sexual y salud reproductiva. Allí dos de las mujeres de la Acción se volvieron locas y nos atacaron duramente en la radio local. “Que Dios los va a castigar, que el cura no va a dejar comulgar a quienes cometan el pecado mortal de utilizar métodos diferentes a la abstinencia sexual o al método Billing”, y prometía “el infierno para tamañas afrentas”, según esta feligresa. Pero resulta que una adolescente que participó de las charlas era hija del ginecólogo del pueblo. El padre de la jovencita le cuenta que “esa señora que hablaba, se había cambiado el DIU, ya que había cumplido su vida útil de 5 años, la semana anterior en su propio consultorio”. Esta piba de 16 años, cursando el cuarto año de perito mercantil, en el Colegio Secundario del Estado Provincial, cuenta el hecho y quienes habían sido agredidos por la labia de la militante ultracatólica, la llaman para dialogar en forma privada. Le comentan sin citar la fuente de información, lo que se habían enterado y allí se terminaron los palos en la rueda a los cursos de planificación familiar.
Varios de los presentes quedaron anonadados por la historia, y pocas argumentaciones quedaban cuando el santafesino atacó, diciendo:
—Muchachos, a los cursos van las que quieren, lo que no podemos hacer es sumir en la ignorancia a quienes quieren informarse, que luego decidan ellas si los van a utilizar o no. Demos la posibilidad a los humildes, ya que los que tienen acceso al conocimiento pueden optar si quieren tener más hijos.
El silencio de aquellos que se negaban a aceptar la propuesta fue notorio. Sólo el nativo de Desamparados, atinó a decir:
—Bueno, verán que no va a ir nadie a esos cursos.
—Está bien, si fracasa suspendemos los cursos por todo el año, pero si asisten bastantes mujeres, deben obligarse a hacerlo en cada filial -trató de convencer el misionero, comprometido con el proyecto.

Llegados los días previos al comienzo de las charlas, aquellos que tenían una posición favorable a los cursos fueron a recorrer las tres FM de la región para anunciar el evento. El cura local salió a amenazar con castigos bíblicos. Los periodistas le brindaron mucho más tiempo al párroco que a los promotores del curso. La comunidad católica se expresó contraria al dictado del mismo, era una sociedad muy conservadora y temerosa tal vez de algún viaje al infierno que nadie quería inaugurar.
Quienes se mostraron dudosos con la dirección de este conflicto, buscaron suspenderlo. Telefonearon al jefe, manifestando su preocupación por el cariz que tomaba esta confrontación, el nativo de General Alvear consultó con los organizadores, y la respuesta fue obvia:
—Total si no viene nadie nos tomamos unos mates y devoramos las tortillas entre nosotros.
La queja fue:
—Claro, pero nos dejan un quilombo en la zona.
—Bueno, viejo, arriesguemos, o no saben cómo lo condenaron a prisión perpetua a Galileo Galilei porque decía que la tierra era redonda y que giraba alrededor del sol.
—Apuesto a que no habrá más de 20 personas. Teniendo en cuenta que en toda la región hay casi mil afiliados, será un fracaso –dijo un dirigente local.
—Acepto que ese pequeño número será la representación de que la gente no ha entendido nuestro mensaje -dijo el correntino.
—Si no vienen más de 50 mujeres, pago el asado para todos los dirigentes que estén presentes -provocó el santafesino.
—Bravo, yo me pongo a la parrilla para gastar tu plata -cruzó el sanjuanino, totalmente escéptico de la concurrencia femenina.
Eran las 16 horas. El salón del Centro de Salud de Maipú, Mendoza, estaba vacío, con unas 60 o 70 sillas, tomado como posibilidad máxima de asistencia por los gremialistas locales. Llamaron a los empleados de la obra social para que haya alguien sentado y, tal vez, sea un llamador para las mujeres de la zona.
Pasados quince minutos, llega un grupo de jóvenes damas preguntando tímidamente “si allí se daba un curso para mujeres”. Un pequeño grupo se concentró en la esquina. Tuvieron que invitarlas a ingresar, porque parecía que no querían ser vistas entrando a la disertación. Los nervios de los organizadores, al pasar los 30 minutos de la convocatoria, eran terribles.
Pero minutos después llegaron dos camionetas con una docena de jovencitas, seguramente hijas de obreros de viñas; tres camiones, un tractor con un acoplado que venían de las viñas del oeste, varios grupos de señoras con rostros curtidos por el sol, y finalmente un colectivo completo que venía de la zona sur que, luego comentaron, lo habían reclamado las obreras a la empresa mas grande de la zona e hizo un itinerario desde la ciudad de Rivadavia a unos 30 kilómetros de distancia, levantando interesadas en cada pueblo. Se habían pasado el dato, organizado y decidido a venir. Al ver tanta concurrencia, muchas que estaban expectantes en las cercanías, esperando si alguna mujer se arrimaba, se animaron e ingresaron. También en la esquina más cercana había un grupo con sus grandes cruces colgando; seguramente iban a ir corriendo a la iglesia a pasarle el dato al cura. Eso había generado cierto temor en algunas jóvenes, que al ver a quienes estaban diariamente en el templo, trataron de evitar ser vistas dando una vuelta a la manzana e ingresaron por la calle contigua. Una de ellas, de unos 30 años, le pidió un minuto al médico diciéndole entre susurros:
—Doctor, quiero hablar con Ud. al término de la charla, necesito un consejo, mi hija de 14 años está embarazada de un mes y medio y queremos que se haga una “operación”, porque ni ella ni la familia quiere que lo tenga. Estamos desesperados, es una nena, dígame donde lo podemos hacer, porque en el hospital, a una chica que lo intentó hacer, la denunciaron y la metieron presa.
—Sí, señora, estoy a su disposición, cuando lo necesite, la espero al final.
Las mujeres seguían llegando:
—Conté las presentes -dijo el sanjuanino admirado y dispuesto a pagar el asado perdido-. ¡Ciento noventa y ocho mujeres!
El médico, con una sonrisa exultante, tomó su posición frente al auditorio para iniciar la charla, y les dijo:
—Señoritas y señoras, es un placer verlas aquí.

Cuentos: Campeones-La familia perfecta-El Rata

ANTOLOGIA 5 Taller literario
Coordinado por el escritor santotomesino Carlos Antognazzi
Incluye los siguientes tres cuentos de Oscar Belbey y CV.

Campeones

El TV blanco y negro, mostraba la clasificación para la final del mundial de fútbol ’78 en Rosario. El 6 a 0 a Perú, era la goleada que necesitábamos. Las sospechas y especulaciones quedaron para otro momento. Con este resultado lo superábamos a Brasil y jugábamos por el campeonato con Holanda.
El equipo capitaneado por Pasarella y conducido por César Luis Menotti, digno representante de un pueblo apasionado, festejaba en el campo de juego.
-¡Vamos por el campeonato! -expresaba el relator conmocionado.

En ese galpón mugriento, entre autos y camiones abandonados, rodeado de baldíos en las afueras de la capital provincial, se habían interrumpido las tareas de rutina para mirar el partido. Cervezas, rostros con gestos adustos, habían hecho un intervalo para festejar el pase a la final del equipo de todos los argentinos, la selección nacional.
-¡Somos los mejores! -gritó un cabo primero-, ¡brindemos! -y los cinco vasos se alzaron victoriosos.

Ella era muy alta, quizás llegaba al metro ochenta. Larga cabellera azabache, casi una modelo. Tal vez algún compañero en la tortura habría dado su nombre. Pocos podían resistir los macabros suplicios a que eran sometidos los desventurados prisioneros políticos. Simulación de fusilamientos, vejaciones, violaciones reiteradas, humillaciones, terribles martirios físicos y psicológicos.
Hacía pocos días que había cambiado su domicilio, estaba en una casa alternativa cuando cayó el ejército. Por suerte estaba sola. Su compañera Negrita, embarazada de ocho meses, había ido al hospital porque tenía algunas pérdidas. A su regreso seguramente advirtió el movimiento de los efectivos militares y pudo escapar.
El exilio interno era peligroso de sobrellevar, muchos militantes barriales, políticos, sociales, gremiales, universitarios, curas villeros, delegados de fábricas, de la administración pública, intelectuales, profesionales, miembros de organismos de DDHH, hasta madres que buscan a sus hijos estaban cayendo en redadas y no había casas seguras. Todos eran sospechosos.
El temor que se había instalado en la población era general; hasta las vecinas que barrían las veredas manifestaban “estos pibes, algo habrán hecho”. La desaparición de personas, el secuestro masivo y la publicidad oficial habían sembrado el terror en la población. El ciudadano promedio no comprometido priorizaba su precaria seguridad, aunque debiera delatar a algún jóven de “rara apariencia”.
Camila cursaba el primer año de Ciencias Económicas en la Universidad Nacional del Litoral. Con 19 años, pensando cambiar el mundo por uno más justo, fue capturada como sospechosa de colaborar con Montoneros. Militante social en el barrio Villa del Parque, colaboradora de la Capilla Cristo Obrero, junto a los docentes y vecinos que sumaban su espíritu solidario para alfabetizar a “los gurises de la villa”, cuyos padres eran desocupados del norte, hijos de la vieja Forestal, inmortalizada por Gastón Gori.
Su cuerpo desnudo exacerbaba a las hienas. Su espalda sobre un elástico metálico de una cama que hacia de sostén a esa figura deseable que enardecía esas mentes perversas. La picana estaba descansando unos minutos. Discutían entre ellos la propiedad de los bienes muebles del último secuestro: les había quedado una moto, juego de dormitorio, cocina, calefón, una heladera Westinghouse y el TV Ranser donde miraban el mundial.

Sus labios partidos en mil pedazos, sus pómulos hundidos y tumefactos, los orificios nasales llenos de sangre, su ojo izquierdo con nula visibilidad, sus quejidos casi imperceptibles. Su mente recorría los últimos días en la entrerriana Villa Elisa; la fiesta de fin del secundario, la despedida de sus amigas del pueblo, las lágrimas de su madre y hermanita menor. Su arribo a la pensión del Obrero Estudiante, conseguida por una amiga, y con esa pieza compartida por cuatro, más el vale para el comedor universitario, podía estudiar contadora con poco dinero.

El Capitán, ataviado con riguroso uniforme verde de combate, borceguíes lustrosos, correaje y cartuchera de cuero negro, una cadenita con una cruz de oro en su cuello. Con mirada pétrea, ojos azules, rubio de tez blanca. Con un gesto marcial tuvo que mantener alejados a sus hombres de ese cuerpo indefenso, provisto de unas cicatrices recientes de quemaduras de cigarrillos. Unas piernas largas y musculosas, azuladas por las patadas recibidas, su rostro adolescente, cruelmente castigado por cobardes puños de un salvaje interrogador.
Este repetía disciplinadamente un axioma, “estos pendejos, pertenecen a un complot del comunismo internacional”. Sus gritos se perdían en los techos desvencijados de ese tétrico galpón: “cantá, puta, decime lo que sabés, quienes son tus contactos, cuántos zurdos, guerrilleros apátridas están con vos, cantá que te voy a romper el culo, estás en mis manos, aquí yo soy dios, sabes, putita ...”.
-Yo soy peronista, solo trato de enseñarle a leer a los chicos pobres del barrio -sollozaba-. No me violen más, por favor
-Vos no sos peronista, nosotros somos peronistas, hija de puta, vos sos zurda, terrorista, nos quieren traer el comunismo y destruir nuestra identidad cristiana y católica - gritó el torturador.

El día de la final había llegado. En el centro de detención clandestino todo se detuvo. El Capitán en la mañana previa al inicio del partido definitorio, aparta al sargento y le susurra:
-Aprovechá que todo el mundo estará mirando el partido y terminá tu tarea, me lo pidió el Dr. Trusa.
-¿Quién? -preguntó sorprendido el morocho, temeroso de perderse la final de esa tarde.
-El juez, imbécil, el jefe de interrogatorio. Agarrá el Falcon, otro subordinado y hacé tu trabajo.
-¿Puedo hacerlo durante esta mañana, mi Capitán?, usted sabe que esta tarde juegan la final del mundial y tenemos que hacer fuerza por nuestro país.
-Bien, váyanse ahora y regresen para la hora del partido.
-Gracias, jefecito, usted sí que es un tipo sensible.

Por la tarde, en el Monumental de River, en Buenos Aires, todo estaba preparado para el festejo. Pero no iba a ser fácil. Los holandeses eran una máquina naranja que se nos venía encima del arco del Pato Fillol. En el entretiempo, subliminalmente, un aviso del gobierno informaba que “los argentinos somos Derechos y Humanos”.
El partido terminó apretado, 1 a 1. El poste nos salvó de perder a pocos minutos del final. En tiempo suplementario, Kempes y Bertoni definieron el pleito.
Las tribunas eran un espectáculo, y luego desde el obelisco se reiteraban las notas televisivas. La costanera santafesina, los boulevares y por todos los rincones de nuestro territorio se exacerbaba el fanatismo futbolero. El país era una fiesta.

-¡Somos campeones! -gritó el Capitán y se abrazó con sus camaradas. En esos momentos todos festejaban, incluso un par de prisioneros, que limpieza, esposas y grilletes mediante, estaban presentes en el sector del TV.
En la ciudad, en el país, no había distinciones ni discriminación. Ni económicas, ideológicas o religiosas, ni ricos ni pobres. Los ladrones y honestos, jefes y empleados, oligarcas y plebeyos, dictadores y sumisos, victimarios y víctimas. El relator aullaba en la TV:
-¡Todos somos argentinos, todos somos campeones!
Al día siguiente, con una foto inmensa de Kempes y del crédito local Leopoldo Jacinto Luque, el vespertino local titulaba a página completa:

LOS ARGENTINOS SOMOS LOS MEJORES
¡ARGENTINA CAMPEÓN!

En un costado inferior, una foto de la junta militar festejando el campeonato en las plateas del estadio.
En la página policial, un pequeño informe decía: “Joven guerrillera, morocha de cabello largo, fue acribillada en un enfrentamiento con las fuerzas del ejército en la ruta 11, en el ingreso norte de la ciudad. La subversiva, portando abundante material de una organización terrorista, munida de armamento de grueso calibre y granadas que no alcanzó a hacer explotar, se resistió a un control caminero y fue abatida por las fuerzas del orden. Se está tratando de determinar su verdadera identidad, dado que contaba con documentación apócrifa.”



LA FAMILIA PERFECTA

La mansión se visualizaba desde la ruta, ostentosa, un blanco de pureza, con una decena de palmeras en su frente; doble portón para garage, ventanales amplios en las habitaciones de planta baja. Cuatro ridículas columnas griegas servían de base a un balcón de madera y puertas ventanas multiplicadas por cuatro en la planta superior. Todas las aberturas de madera en quebracho colorado.
El sol del crepúsculo se reflejaba en la variedad de plantas y flores que tupían los contornos de la casa principal. Violetas, rojos, blancos, amarillos esplendorosos, naranjas brillantes y tenues, verdes en decenas de tonalidades.
En el jardín anterior al ingreso a la casa, una vieja araucaria hacía las veces de sostén navideño. Las luces aún no lucían con el sol recostándose en el horizonte. Las guirnaldas color oro y plata encandilaban con sus reflejos, las cintas rojas descendían desde lo alto del espigado árbol.
En su interior, el dueño de casa no ofrecía un segundo de respiro a su celular. Era 24 de diciembre. Las empleadas domésticas y el jardinero corrían a cada orden del acelerado pulso del Dr. Danilo.
-Abel, no traigás nada de comida -le dice a su hermano menor paternalmente, como siempre-. Solo traéte dos cajas de vino tinto Malbec y dos de Champagne Extra Brut. En casa sólo tengo esos chianti que traje de Roma.
-Ahora estoy saliendo, paso por una vinoteca y compro.
-A qué hora vas a llegar, mirá que nuestra madre, pretende cenar temprano, tratá de estar en casa a las 22 así al menos evitamos conflictos.
-En una hora estaré ahí.
Allí observó a la más vieja de sus empleadas, aguardándolo.
-Señor, no se olvide que le pedí un adelanto. Vienen mis padres, hermanos, sobrinos y nietos a pasar la nochebuena y la navidad en casa. En unos minutos vendrá mi marido a buscar el dinero.
Mientras tomaba por enésima vez su teléfono, pensaba: “Cómo puede esta mujer en su pequeña casita albergar a tanta gente y además darles de comer con su mínimo salario. Un día de estos la voy a tener que blanquear, ya hace quince años que trabaja conmigo. Seguramente su marido sigue sin empleo, además no creo que esté buscando, al morocho ese le interesa más jugar a las bochas y al truco que buscar algún laburo. Esta gente se gasta todo en este día y luego no les alcanza para terminar el mes”. A pesar de todo, pudo responder:
-Bien, doña Amable. Veré si puedo adelantarle su sueldo. Mire que luego enero es largo -le dijo por compromiso, desentendiéndose del problema.
-Recuerde que esta noche nos tiene que atender, viene toda mi familia, y se quedan a dormir en casa. Diga que uno tiene un lugar amplio sino se tendrían que ir a parar a alguna cabaña.
-Sí, don Danilo, ya tengo todo preparado, no podré ir esta noche a mi casa, pero mañana a mediodía estaré con los míos.
-Piense que por esta noche se gana unos pesos adicionales -dijo el patrón.
Tomando nuevamente el celular, se conectó con su hermana que estaba llegando desde Bariloche, donde tenía un apart hotel.
-Guillermina, ¿estás llegando, ya? No me hagas poner nervioso, el jardinero está terminando de asar el lechón y ustedes no dan señales de vida, ¿vienen tus chicos?
-No. Te envié un mensaje de texto diciéndote que sólo veníamos con Leopoldo. Los pibes ya están grandes, se quedaron con sus amigos y Zarina con su novio. Nosotros ya salimos de la autopista y estamos a una hora de tu casa.
-No me llegó nunca el mensaje, pero bueno, ya está. Apuren el paso, aquí los espera un Gancia con limón y hielo. La temperatura está pasando los 38 grados, me voy a tirar a la pileta unos minutos -corta el celular, quejándose interiormente de que ha comprado más comida de la necesaria porque no recibió el aviso. ”Seguro que ni me mandó el mensajito, ni piensa en los gastos, total todo banco yo”, se quejaba al arrojarse al agua con el objetivo de cortar su irritabilidad.
Al salir de la piscina reclamó su Valmont con hielo a doña Segunda, y se detuvo a leer el periódico de finanzas.
Al cabo de un rato, escucha las bocinas de un Audi en el cual arriba su hermano menor con su familia; tras ellos una Toyota 4x4 con su hermana y su marido. Los saludos se ven interrumpidos desde la planta alta por su hija Leticia, quirn lo reclama para que suba.
-Viejo, tu madre no se despierta, está demasiado rígida.
-Lo único que nos falta es que se nos muera en este día -dijo Danilo subiendo la escalera en un par de zancadas.
-Vieja, vieja -le dijo zamarreándola a la anciana de 82 años-. ¿Qué te pasa? ¡Despertaaateeeee...!
La anciana seguía estática y pálida.
-Llamá al doctor, decile que es urgente, que la vieja se nos muere -exige Lisandro a su hija.
De pronto la abuela entreabre minimamente sus ojos:
-Yo en el geriátrico duermo la siesta, como acá no podía, me tomé una pastilla -dijo doña Zulema.
Su hijo mayor, respirando aliviado y levantando la voz, le dijo:
-Vieja, no nos pegues un susto, justo hoy que vienen todos tus hijos, che.
-Vístala y llévela al jardín, sírvale alguna bebida fresca -dice Guillermina, dirigiéndose a Segunda, que lucía preocupada.
-Bien, señora.
-Quiero probar ese chianti con hielo, me cambio de ropas y me tiro al agua para relajarme del viaje -expresa Leopoldo.
-Bien, señor.
Los recién llegados acomodan sus valijas en sus dormitorios, cambian sus bermudas por trajes de baño, rodean la piscina para beber algo fresco y dialogar sobre acontecimientos familiares.
Llegan los últimos invitados, unos vecinos del barrio privado, que están relacionados afectivamente, ya que uno de sus hijos está de novio con Leticia, la hija mayor de los dueños de casa
Lisandro advierte la ausencia de su esposa y va a buscarla al dormitorio:
-Julieta, mujer, ¿qué te pasa? Estás tirada en la cama, mientras nosotros compartimos en la galería, cómo se entiende. ¿Qué te pasa, estás llorando, me querés joder la noche de Navidad?
-¿Sabés lo que pasa, imbécil? Que estoy harta de vos, de tanto fingir, de tanta hipocresía -comenzó a gritar la esposa.
-Pero te estás volviendo loca, ahora, justo hoy, venís a reclamarme.
Julieta se para, lo empuja contra el marco de la puerta y baja las escaleras gritando:
-Sí, justo hoy, que están todos los tuyos, quiero que sepan que lo nuestro es una mentira -mientras comenzaban a arremolinarse los familiares-. Y sabés, ¿por qué no les contás como hiciste esta mansión, de dónde sacaste el dinero? Vos, coimero, socio de narcotraficantes y piratas del asfalto. ¡Juez de la nación, patriota numero uno!
-Julieta, te dije que tenés que volver con el sicólogo, estas cada día peor -dijo el juez, apelando a la táctica que la mejor defensa es un buen ataque-. Estás histérica -le disparó.
Pero no contaba con que su mujer había agotado su tolerancia, cualquier gota podía desbordar el vaso, y ahora no habría retorno ni indulgencia.
-Tu familia perfecta. Tu viejo el gobernador más corrupto, tu Abelito, ese pastor de almas. Ese abogado de misa diaria, representante de las empresas más esclavizantes de la capital. ¿Te acordás hace dos años, que me llevó a buscar una provista de alimentos en el BMW, porque vos estabas ocupado mirándole el culo a la empleada, que tuve que echar porque se fascinaba con tus galanterías chabacanas? Bueno, ese día tu hermanito menor me llevó a la ciudad. ¿Recordás que “se nos rompió el auto”, que demoramos dos horas más de lo normal? Tu hermanito me metió en el motel de la ruta. Primero hice un escándalo, pero cuando él me contó que estabas cogiendo con tu secretaria y además con la doméstica, me rebelé y te devolví con la misma moneda. Además el pendejo me hizo gozar más que vos, para que lo sepas. Algún día te lo iba a contar, cuando más te doliese. Ese día llegó, y hoy es mi día de venganza.
-Pero qué hija de puta. No puede ser verdad lo que me decís. Bajá hijo de puta, bajá Abel, decime que no es verdad, que esta turra me quiere hacer perder los estribos. Vos no me podés haber hecho eso, te he pagado la universidad, te regalé el estudio jurídico, te envié todos mis clientes y te beneficié con unas decenas de veredictos favorables.
-Bueno, hermano. Mirá, tu mujer siempre me ha estado provocando, y ese día perdí el equilibrio, ingresé al motel y pasó lo que ella buscaba. Perdóname, pero luego nunca más pasó nada.
-Claro, no pasó nada porque yo me negué. Querés que le muestre a tu hermano todos los correos electrónicos que me enviabas, que hacías culto al onanismo por mí, tu cuñada. Que me separara del imbécil de tu hermano, en eso tenías razón. Vos me contaste de su relación con los narcos y piratas de asfalto, del dinero sucio que ganaba, de la secretaria que llevaba en los viajes a los “Foros jurídicos”.
-Hijo, esto es una vergüenza, qué van a decir mis amigas. Qué van a decir los chicos, ¿por qué insulta a mi finado esposo? -balbuceó la abuela Zulema.
-Pero qué dos hijos de mil putas que han sido. Me han convertido en un gran cornudo, y yo sin saberlo.
-Eso es verdad, sos tan vanidoso, tan soberbio, es mucho más fácil convivir con hipocresía. Yo tuve que soportar la vocecilla ingenua de tu secretaria, “el Doctor no puede atenderla, señora, el Doctor esta sumamente ocupado…”, y tal vez estaba disfrutando de tus favores sexuales, y mis amigas “alertándome” de tus infidelidades.
-Ay, querida, qué les pasa, hoy es Nochebuena, mañana es Navidad, el nacimiento de Jesús, hay que saber perdonarse, tenemos una familia tan linda, chicos -dijo doña Zulema.
-Abuela, esto tenía que estallar un día, en casa todos sabíamos todo, no te preocupes. Además a ellos los une el dinero, no el amor, así que deberán bancarse mutuamente y seguir mostrando buena cara hacia afuera, porque la profesión de papá es así de careta, y mamá ya se tomó revancha. Además a nosotros nos conviene que sigan juntos, sino el patrimonio se divide en mil pedazos y nosotros nos quedamos en la calle.
- Bueno, yo tenía que contar que mi Zarina, la de 16 años, está embarazada y dice que no quiere tenerlo, pero eso es una tontera dentro de este quilombo -dice Guillermina.
Inesperadamente, el jardinero aparece en escena:
-Patrón, el lechón esta listo. Voy trayendo los primeros trozos, es un manjar.
-Estos chicos. Siempre peleándose, no les presten atención -dijo doña Zulema, dirigiéndose a los vecinos.
En ese momento suenan las sirenas, estallan los petardos que arrojan los más pequeños, el estúpido de turno en la TV grita:
-¡Ha llegado la Navidad! ¡Alegría y felicidad para todas las familias!


El Rata

Mis ojos fijos en el techo, la pintura descascarada por la humedad. Tirado sobre la cama de aquel hotel alojamiento. La respiración entrecortada, excitada, el pulso acelerado, vehemente. No era para menos, los últimos ciento veinte minutos, habían sido demasiado vertiginosos, urgentes. Mi visión cada vez mas nublada, no hay lágrimas, hay desazón, no hay lamentos, hay impotencia.
Extrañamente mi memoria recorre muchos años hacia atrás; mi primer amor, ¿que tenía que ver con esta situación?, tal vez nada, pero mi mente me transportó. Un pueblo del norte, tomado de la mano de una rubiecita en una kermesse escolar, la abuela de la piba corriéndome con una escoba. En una situación como ésta me acordaba de esa anécdota ridícula, ¿estaba delirando?, ¿estaba consciente?
Sigo sorprendiéndome de mis recuerdos; el colegio secundario, picardías, una perra con el nombre de la profesora, el grotesco de la dama iracunda, la expulsión de los alumnos, la reivindicación de la rebeldía, la alta exposición de la señora, su lado débil: un amante infiel que facilita fotos comprometidas a los pibes, intercambio de favores, se suspenden las sanciones, el triunfo del reingreso. Una sonrisa inmensa me trae esa evocación, pero quiero levantarme, no puedo, me duele el costado, el dolor es cada vez mas intenso.
El sufrimiento me lleva hacia mi madre, ferozmente golpeada por mi padre; se escapó una noche de casa con el bebé en brazos. Nunca mas lo ví, hoy lo hubiera necesitado. Cuántas veces me faltó ese consejo, ese límite, mi vieja hizo lo que pudo. Cuando mamá fue violada por su patrón, con el Rengo le rompimos las costillas y le pegamos dos balazos en los huevos. El instituto penal para menores fue muy duro, aprendés a ser delincuente, a perfeccionar la mañas y el oficio de ladrón, a manejar mejor la faca y el puñal, a ser más cínico, más cruel. El consumo de drogas lo inicié allí, la misma cana me llevó a hacer canjes de pequeños robos por droga para consumo personal. Me relacioné con pibes muy chorros, cuando pude ingresar a la banda de los “monitos” tuve que sortear varias pruebas de destreza, de fidelidad, las pasé a todas y fui uno de ellos. Cuando me salieron bien varias misiones de tráfico desde Paraguay, pasé al frente; los gatos de los jefes pasaron a ser mis propias mujeres, luego trabajaron para mi. La Cinthia era la mejor, una platinada impresionante, unos muslos de atleta, unos pechos de diosa de película. Me enganché con ella, a ella le gustaban los tipos rudos, tenía algunos años más que yo, nunca tuve una mina que cogiera como esa.
Giro en la cama, las sábanas están mojadas, la mano se posa sobre la espesa mancha de sangre.
Esa mujer desnuda a mi lado era aquella tan apasionada, nunca voy a saber si disfrutaba o yo era un cliente más. Cuando cabalgaba sobre mí no había quién pudiera sujetarla ni hacerle callar sus jadeos. Nunca sabré si alguna vez tuvo un orgasmo, pero es mejor creerse que sólo los tenía conmigo. Estaba inerte, nunca la había visto tan inmóvil; al tocar su cuerpo percibía su laxitud, su frialdad, una sensación de vacío, de temor, de muerte.
Mi mente vuelve a volar; cuando maté a mi primer víctima sentí pudor, sentí asco, era un viejo que intentó quedarse con cocaína pura, habiendo rebajado la que distribuimos al por menor. Ese día el tipo estaba pasado de rosca, me enfrentó con un cuchillo de combate y tuve que matarlo, si no me facturaba a mí. Luego asesiné a una piba que se escapó del burdel, no podía aceptar que diera ese ejemplo, sino se terminaba el negocio.
Ya no recuerdo cuántos muertos tengo en mi haber, la más difícil fue cuando los “monitos” se dieron cuenta que los estaba estafando y me tendieron una celada, me salvó el instinto de conservación y el olfato. Un día cuando regresé al hotel sospeché algo raro, envié a mi compinche el Lobo en mi auto y le presté mi campera. En la oscuridad lo ametrallaron entre cuatro, le metieron veinte balazos y se escaparon. Los seguí en silencio junto al Rengo, les hicimos el aguante, cuando salieron del bar Chicago, con un par de putas y llenos de alcohol, los tomamos desprevenidos y los matamos a los cuatro y a las minas también. Se acabaron “los monitos” y me quedé con todo el negocio. Mi reputación subió mil por ciento.
Por la frente me corría un frío sudor, otra vez el recuerdo, me llega la voz del Rengo:
-¿Porque Rata?, yo soy tu amigo –dijo antes de morir de tres balazos que le dí por la espalda.
La platinada estaba inerte, le dí vuelta la cabeza y tenía un balazo en la nuca, su rostro era tan bonito que daba pena que terminara de esa forma, pero no había dudas, estaba muerta, ejecutada, como la había encontrado, por serme fiel a mi, por engañar a capo Don Alberto. Al viejo ya no le respondía ni con Viagra pero su orgullo era más intenso que su limitación. Una cosa era el coqueteo permanente y otra un video donde la ramera mostraba su goce conmigo.
Pero no me puedo quejar, fueron años muy buenos, me gané el respeto de casi todos, la envidia y el rencor de algunos. La sangre de Cinthia ya se había secado, era evidente que la ejecutaron en el dormitorio unas horas antes, y allí estaban esperándome cuando entré, aunque siempre precavido, este era un hotel no registrado, o al menos pensé que allí estaba seguro con mi platinada. Pero alguien la debe haber rastreado y acorralado, tenían la firme decisión de asesinarnos. Conmigo no pudieron, aquí estoy herido en varias partes, pero a ellos no les fue mejor. Sus cadáveres a la vista, uno en la puerta del baño con la cabeza contra el inodoro y el otro bajo la misma cama donde me desvanecí.
Seguramente el dueño del hotel ya habrá llamado a la policía, las sirenas suenan muy cercanas, claro, ese el era el motivo de haberme despertado. Me seguía desangrando pero atiné a arrastrarme hacia fuera, apunté con mi pistola a la camarera que se asomaba, la llevé conmigo hacia la habitación del frente intentando ocultarme, atravesé gateando el pasillo y aguardé la llegada de la policía.
Volví a recordar a mi padre castigando a mi madre y ese bebé escapando en sus brazos. Escapando.


Publicados en febrero 2009

CV para Antología 5
Oscar Belbey (1952) nacido y residente en Santa Fe. Perito Mercantil en Colegio Comercial de Vera. UNL Ciencias Económicas incompleto. Militante JUP. Secretario General gremio Vitivinícola (SOEVA), 16 años integrante Federación Nacional Vitivinícola y 12 años miembro directorio nacional de Obra Social. Director y editorialista Revista nacional: Compromiso con los trabajadores vitivinícolas. Concejal 1987-1991 por PJ. Militante y directivo de juventud PJ, y partidos Frente Grande, FREPASO, ARI, actualmente en partido SI (Solidaridad e Igualdad), asesor político y prensa de la diputada provincial del SI en el Frente Progresista, Dra. Alicia Gutiérrez. Director y editorialista de los periódicos del Frente Grande y ARI. Coordinador provincial ad-honorem del INADI en gestión Zaffaroni. Presidente Biblioteca Popular Latinoamericana. Editorialista Revista Latinoamericana. Disertante sobre temas gremiales, históricos, sociales, laborales, culturales y formación política. Talleres literarios virtuales y presenciales a partir de 2005, los mas destacados: periodísticos, crónicas, cuentos, narrativa, linguística con Hernán López Echague, Laura Giussani, actualmente con Carlos Antognazzi. Autor inédito. oscarbelbey@gmail.com blog: www.belbeyoscar.blogspot.com

Giustiniani Senador Campaña con Pte. SI O.Belbey